El
profesor desarrollaba el tema del día cuando algo me llamó la atención: bajo su
mesa asomaban ocho zapatos y, al dirigirse al encerado, comprobé que se
desplazaba sobre otras tantas piernas mientras mis compañeros, ajenos a mi
observación, continuaban escuchándolo sin inmutarse.
Al
terminar la clase y ver que todos salían del aula avanzando sobre sus ocho
patas, me quedé en una esquina, mirándome en silencio los dos pies.
Silencios, de Pedro Muiño |
Cuantos profesores hay en un maestro?
ResponderEliminar¿Y cuántas personas hay en un alumno?
EliminarO era una escuela de arácnidos o de pulpos. El ratio era él
ResponderEliminarSupongo que todos somos raros.
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