Acopio
Don
Antonio vivía en un pequeño pueblo, y la monotonía de su existencia y su
pobreza de espíritu lo habían convertido en una persona huraña y taciturna.
Había
recibido una importante herencia y estaba pensando como invertirla cuando
escuchó el pregón de un viajante que presumía de tener a la venta todas las
palabras del castellano, para el uso y disfrute exclusivo del comprador. Decidió
probar y compró "cordojo y
merculino", palabras que ya nadie volvió nunca a usar. Siguió
comprando, primero rarezas o palabras en desuso "gangilón, tenería, morillero", luego otras poco
utilizadas "evanescente, ínfula,
légamo" y así hasta las más frecuentes y necesarias. Cuando el maestro
compró la palabra "pan",
por ejemplo, en el mercado la fueron sustituyendo sucesivamente por "hogaza, panecillo, chusco, barra,
trenza, zapata, chapata, pistola, pistolín", hasta que el panadero y
los clientes tuvieron que entenderse por señas. Y así siguió comprando nuevas
palabras, memorizándolas y ar chivándolas por riguroso orden alfabético.
Un
día, los habitantes del pueblo llamaron a su casa y, por señas, le pidieron la
devolución de, al menos, las palabras necesarias para su subsistencia. Don
Antonio, con una mirada altiva y una sonrisa burlona, comenzó una retahíla
incomprensible para todos "a, abad,
abajo, abalanzar, abalorio, abanderado, abandonar, abanico, abaratar…",
que siguió incansable hasta que sus paisanos abandonaron la plaza, cuando aún
no había llegado a la letra B.
Pasó
el tiempo y habiendo gastado toda su fortuna, murió arruinado y rodeado por
miles de papeles y suciedad, y el viajente aprovechó para entrar furtivamente
en la casa y llevarse todas las palabras, ya en desuso, para completar así su
cada vez más rico Museo de Lenguas Muertas, que ampliaba cada día con colecciones
de todo el mundo.
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Palabras
perdidas, de Jorge Luna
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Precioso :)
ResponderEliminarGracias hija. No dejemos que nos roben palabras (ni ideas).
EliminarEspero que alguien esté guardando las palabras que dejan de usarse, no merecen que las olvidemos tras habernos ayudado a comunicarnos mientras no llegaban "las nuevas". Leni Lavado
ResponderEliminarNo hay museos. Tenemos que guardarlas y protegerlas entre todos.
ResponderEliminarSí que hay una institución que lo hace pero está muy alejada de la gente: la RAE (Real Academia de la Lengua Española). Debía publicar un diccionario de términos en desuso. En su página web hay un apartado para sugerencias... Leni Lavado
ResponderEliminarLa RAE no es un museo, y menos de lenguas muertas. Tenemos la gran suerte de que esa institución, casi exclusiva de nuestro idioma, siga con su esfuerzo de limpiar, filar y dar esplendor.
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