Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 3 de julio de 2015

Compraventa de palabras - I

Acopio

Don Antonio vivía en un pequeño pueblo, y la monotonía de su existencia y su pobreza de espíritu lo habían convertido en una persona huraña y taciturna.

Había recibido una importante herencia y estaba pensando como invertirla cuando escuchó el pregón de un viajante que presumía de tener a la venta todas las palabras del castellano, para el uso y disfrute exclusivo del comprador. Decidió probar y compró "cordojo y merculino", palabras que ya nadie volvió nunca a usar. Siguió comprando, primero rarezas o palabras en desuso "gangilón, tenería, morillero", luego otras poco utilizadas "evanescente, ínfula, légamo" y así hasta las más frecuentes y necesarias. Cuando el maestro compró la palabra "pan", por ejemplo, en el mercado la fueron sustituyendo sucesivamente por "hogaza, panecillo, chusco, barra, trenza, zapata, chapata, pistola, pistolín", hasta que el panadero y los clientes tuvieron que entenderse por señas. Y así siguió comprando nuevas palabras, memorizándolas y ar chivándolas por riguroso orden alfabético.

Un día, los habitantes del pueblo llamaron a su casa y, por señas, le pidieron la devolución de, al menos, las palabras necesarias para su subsistencia. Don Antonio, con una mirada altiva y una sonrisa burlona, comenzó una retahíla incomprensible para todos "a, abad, abajo, abalanzar, abalorio, abanderado, abandonar, abanico, abaratar…", que siguió incansable hasta que sus paisanos abandonaron la plaza, cuando aún no había llegado a la letra B.


Pasó el tiempo y habiendo gastado toda su fortuna, murió arruinado y rodeado por miles de papeles y suciedad, y el viajente aprovechó para entrar furtivamente en la casa y llevarse todas las palabras, ya en desuso, para completar así su cada vez más rico Museo de Lenguas Muertas, que ampliaba cada día con colecciones de todo el mundo.

Palabras perdidas, de Jorge Luna



6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias hija. No dejemos que nos roben palabras (ni ideas).

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  2. Espero que alguien esté guardando las palabras que dejan de usarse, no merecen que las olvidemos tras habernos ayudado a comunicarnos mientras no llegaban "las nuevas". Leni Lavado

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  3. No hay museos. Tenemos que guardarlas y protegerlas entre todos.

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  4. Sí que hay una institución que lo hace pero está muy alejada de la gente: la RAE (Real Academia de la Lengua Española). Debía publicar un diccionario de términos en desuso. En su página web hay un apartado para sugerencias... Leni Lavado

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    1. La RAE no es un museo, y menos de lenguas muertas. Tenemos la gran suerte de que esa institución, casi exclusiva de nuestro idioma, siga con su esfuerzo de limpiar, filar y dar esplendor.

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