Muerto el rey, su hijo Conrad, heredero de la corona,
encerrado por orden de la malvada Reina, se lamentaba en la mazmorra -"¡Ay,
qué larga es esta vida, que duro este destierro!"- y cada noche, gritaba a
la luna su triste salmodia: "¡Qué muero porque no muero!".
Ocurrió que Graciela, una joven de un cercano reino a la que
conocían como, la Princesa Valiente ,
lo oyó gritar -"¡Abrid esta cárcel, romped estos hierros en que mi alma
está metida!"-, y decidió ayudar al cautivo y a los campesinos, que
entendían que la desesperanza del joven era su propio dolor.
Graciela fue al palacio para exigir su liberación y, ante la
negativa de la Reina ,
volvió con un numeroso ejército que planteó una cruenta batalla. Conrad no
descansaba -"solo esperar la salida me causa dolor tan fiero"- decía
al escuchar la algarabía de la lucha. Finalmente el joven heredero fue liberado
y la Reina huyó.
Meses después Graciela y Conrad se casaron y para siempre vivieron
felices y comieron perdices.
Dicen que a Santa Teresa, de niña, le gustaba que su padre
le contara este cuento cada noche, antes de dormir.
Santa Teresa siendo niña, Anónimo.
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Cuando lo he leido me ha calmado y esta noche lo necesitaba
ResponderEliminarDolor fuera!