—Tú estás en lo cierto, Sancho —dijo don Quijote—. Vete adonde quisieres y come lo que pudieres, que yo ya estoy satisfecho, y solo me falta dar al alma su refacción, como se la daré escuchando el cuento de este buen hombre.
Marina
domingo, 28 de enero de 2024
In fraganti
Se levantó temprano y se preparó un café, dejó que se enfriara porque a la taza le molestaba que estuviera demasiado caliente. En el salón, al sentarse, la butaca protestó: «Ten cuidado, me has hecho daño». Se disculpó y fue a ducharse, no sin prometerle a la bañera que la próxima vez le tocaría a ella. Ya vestido buscó las llaves, que jugueteaban al esconder en la cómoda en espera de las cosquillas de cada mañana. En el portal vio que llovía y la puerta le aconsejó que volviera a casa a por la gabardina. Así lo hizo y, nada más entrar, oyó unos murmullos y unos suaves gemidos. Se acercó al salón a ver le que le pasaba a su mujer, que lo miró sorprendida, sin poder explicarle lo que estaba haciendo, mientras el sofá repetía: «No es lo que parece».
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La otra butaca lloraba en un rincón de la sala con el alma rota.
ResponderEliminarNo debemos entrar en la vida de los demás porque cada casa es un mundo. Habrá que ver la relación de él con la puerta que tann carñosamebte le decía que se cuidará, que estaba lloviendo h se iba a mojar.
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