Mariana Pineda, de Juan Antonio Vera Calvo |
Me dijo que era Mariana Pineda.
Tras presentarme, para romper el hielo, le pregunté si le dolían mucho las
laceraciones del cuello y la profunda herida de la nuca. Me dijo que no y me
pidió que le ayudara a bordar la bandera. Estaba hecha jirones y solo pude
entrever en ella unas letras desmadejadas: «ey
Libe guald».
Le pregunté que qué
significaba eso y ella me miró perpleja, le pidió una tiza al camarero,
extendió la bandera y escribió con violentas e irritantes mayúsculas: «L, RTAD, I AD».
Yo no entendí nada, miré
alrededor y desvié mi atención para ver el noticiero en televisión.
Ella recogió la bandera
y se fue en busca de quién sabe Dios.
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