Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 14 de mayo de 2021

Conversaciones en la barra de un bar - 2: Antonio Machado

Antonio Machado, de Joaquín Sorolla

El bar, una especie de bistró de esos que ofrecen comida económica, estaba casi vacío. Se sentó en una banqueta en el extremo de la barra y pidió un café, que el camarero le sirvió diligente. «Buenas tardes» —me saludó una voz pausada y ronca—. Volví la cabeza y allí estaba él, con una mirada triste, apocada.

Aunque su fama era evidente, se presentó. Me dijo que era poeta y que se llamaba Antonio Machado y me preguntó si lo conocía. Yo, para romper el hielo, le comenté que sí, que había leído muchos de sus poemas e intenté comenzar a recitar Al un olmo seco, pero él desvió la mirada y volvió a ensimismarse en sus pensamientos.

            Le pregunté si necesitaba algo, si podría ayudarlo, pero no respondió. Acabó el café, se puso el sombrero, se sacó unas monedas del bolsillo y las dejó en la barra, se levantó y, sin decir nada, se dirigió a la puerta. Antes de salir se quedó un rato mirando a la calle. Hacía una tarde gris, con un cielo encapotado que no permitía distraerse con la imaginación de las nubes ni con la belleza de la puesta de sol. Cuando iba a salir le pude oír que susurrar «Estos días azules...».

2 comentarios:

  1. Pensaba en voz alta el verso que había comenzado a escribir y que terminaría cuando llegara a la habitación del hotel de Collioure
    Mientras tanto guardó el papel en el bolsillo de la chaqueta para no olvidarlo.
    Era febrero de 1939 y jamás dejo de pensar en el huerto claro y el limonero.

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    1. Dos versos en un papel arrugado fueron el colofón de una obra y una vida que pervivirá para siempre.

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