Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 29 de junio de 2018

A la moda del país

En el autobús, de Jordi Andreu Fresquet

Despatarrado en el asiento de atrás del autobús, como si fuera el único viajero, Manuel, delgado y encorvado como una guindilla, con sus largas patillas, la cadena de plata con el medallón de tamaño sartén, la camisa de flores abierta hasta el enlutado ombligo, el pantalón celeste acampanado que dejaba asomar los botos de Valverde, y su inconfundible olor a ajo y alpechín; vio como la pasajera del asiento de al lado —rubia, fornida, madraza y teutona—, se levantaba, lo estudiaba como si mirara una gamba al ajillo, le pedía permiso para salir y, ante la falta de respuesta, pasaba y lo pisaba.

Cucha —escupió con un palillo entre los dientes y una lluvia de gotitas bravas por el aspecto y olor—, si me vas a pisar písame el izquierdo que el derecho lo tengo chungo.
—No compgenda  —balbuceó la vikinga antes de bajar del autobús.
—¿Una cerveza, chuli? —preguntó Manuel, apoyando el codo en la barra de la cantina, donde se reencontraron esperando el trasbordo para continuar el viaje.
—No compgenda  —respondió nuevamente la interpelada.

Se miró satisfecho en el espejo, se recolocó la grasa del calculado flequillo, se abrió el escote, tocó la medalla, y con media sonrisa se dijo satisfecho «eres más apañao que un jarrillolata», y subió al autobús impregnándolo todo de un aromático y picante pachuli.

3 comentarios:

  1. Desde luego lo que está es bien descrito el"Manué". Me ha dejado un tufillo a ajo aceite y, quizá, algo de sobaquera.
    La historia quizá no la "compgenda" del todo.

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    1. Basado en un hecho real, aunque no fue en una estación del tren, sino en una espectáculo flamenco en el Hotel Triana. Las palabras en cursiva son casi textuales de Manuel y la Teutona, y su imagen, parecida.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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