Rinconcete
y Cortadillo, de Manuel Rodríguez de Guzmán
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Pedro del Rincón y Diego Cortado, "muy descosidos, rotos y maltratados", dormitaban tumbados
en unos camastros en un pequeño y poco aireado cuartucho de la venta. El
ventero les ofreció hospitalidad y los dos jóvenes truhanes, que iban camino de
Sevilla en busca de fortuna, decidieron quedarse a pasar una temporada y evitar los caminos durante el asfixiante
verano castellano.
Hacía
tiempo que quería viajar al Valle de Alcudia para participar de las historias y
fantasías que tantas veces había leído, y ahora un viejo litigio de lindes entre
los propietarios de la antigua Venta de la Inés y una finca colindante, me daba
la oportunidad de cumplir mi sueño.
Al anochecer solían salir a pasear y
buscar agua, que hacía tiempo que habían secado el pozo cercano, y a las inclemencias
del calor se sumaba la necesidad de refrescarse e incluso de beber. Les gustaba
descansar en la Fuente del Alcornoque, bajos las altas hayas, "que no hay ninguna que en su
lisa corteza no tenga grabado y escrito el nombre de Marcela,...”
y entretenerse buscando los grabados mientras
sentían la brisa, que agitaba las hojas secas emulando los tristes cantos de
Crisóstomo.
Me
habían contratado para defender a la familia que regentaba la venta que, por
obras de cerramiento y diversos intereses del propietario de la finca, había
visto como unos muros y una cerca le cerraban el paso y el suministro de agua.
No lejos de allí, al amanecer, escondido
entre los árboles cerca del camino, Sancho se deshacía en lamentos entre
vómitos, retortijones y diarreas y todo por "no ser armado caballero, porque tengo para mí
que este licor no debe de aprovechar a los que no lo son".
En
el Juzgado de Paz de la cercana localidad de Almodóvar del Campo la mayor
actividad era la de los secretarios que abrían actas de los más diversos
problemas. El ambiente sosegado rara vez se veía interrumpido, ya que solo ocasionalmente
los juicios que allí se celebraban congregaban a más de seis o siete personas.
Sin embargo el día en que se celebró la vista preliminar del caso que defendía,
el juzgado estaba lleno, más por curiosos y grupos de activistas que por los
propios interesados.
"¡Justicia, señor gobernador,
justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo!"
La
situación fue complicándose, terminando por espantar a los escasos huéspedes
que aún quedaban y sumiendo al ventero y su familia en la miseria, al tiempo
que la finca crecía en riqueza y fueron apareciendo muros y cerrándose caminos
con cercas, cadenas y candados.
"Ahora acabo de creer, Sancho
bueno, que aquel castillo, de que es encantado sin duda; porque aquellos que
tan atrozmente tomaron pasatiempo contigo, ¿qué podían ser sino fantasmas y
gente del otro mundo?"
Y
así fue pasando el tiempo. Terminadas las diligencias volví a Sevilla con el
juicio listo para sentencia. Por el camino de vuelta, con la sensación de estar
luchando en un pleito de cientos de años, me pareció ver a una persona de
aspecto curiosamente familiar que arengaba, bajo una gigantesca encina, a un
millar de ovejas. Me bajé del coche y me acerqué a la encina, para emprender,
él con su lanza y su yelmo y yo con mi maletín, el camino a la venta.
"…que esta es buena guerra y es
gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra".
Lo de enmenda yerros con yelmo y lanza lo entiendo. El contenido del maletín me tiene más confundido. ¿pruebas?¿documentos de propiedad de fincas y empresas?¿dinero para sobornos?
ResponderEliminarLa familia Ferreiro vive en esta legendaria venta, paso a Andalucía desde Castilla, nombrada por Cervantes en varios libros. Bien de Interés Cultural, como Cueva de la Venta, que tiene pinturas rupestres, y la Fuente del Alcornoque, también histórica y citada en El Quijote, hoy está en peligro de desaparición, pese a las denuncias de Ecologistas en Acción del Valle de Alcudia o la Asociación de Amigos de la Venta de la Inés.
EliminarSupongo que el letrado llevará en su maletín razón, historia y sensibilidad.