La tenía delante, con sus pantalones acampanados, su larga
melena rubia y con esa descarada sonrisa que era la pura imagen de la
felicidad.
Al extender su brazo para acariciarla notó que el espejo
estaba resquebrajado y turbio por el polvo de tantos años acumulado. En
silencio, acompañada solo por sus recuerdos y por ese dolor constante de
espalda que la atormentaba, se volvió al calor de la mesa camilla.
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Hippy, de Rebecca Sánchez
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Que mujer mas guapa!
ResponderEliminarQ espejo mas feo!
Y el dolor... El dolor q pesado es!
El valor de nuestra propia imagen y la necesidad de aceptación de la realdad.
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