Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

sábado, 24 de febrero de 2024

Ayer


La luz del atardecer de otoño iluminaba el viejo paraguas de madera, reclamo de la antigua sombrerería que ocupaba un local de la calle más comercial de la gran ciudad.

En la fachada, aparte de la imagen publicitaria, un reloj señalaba las horas con algunas notas de piano de Chopin, y un gran escaparate mostraba toda su artesanal oferta. En su interior, estanterías cargadas de sombreros, gorras, boinas y monteras, algún tocado de mujer, y un par de solideos y birretes; dos paragüeros en una esquina y una percha con cinturones de cuero en la otra; todo ello cubierto por una fina capa de polvo. En el centro, la mesa con la escribanía y cientos de papeles en un perfecto desorden y, sentado tras ella, el dueño del establecimiento tomando notas en su libro de cuentas bajo la luz mortecina de la lámpara con tres de las seis bombillas encendidas. 

Me gustaba pararme y escuchar como el reloj desgranaba el ocaso en forma de Nocturno, hasta que un día, una tormenta descargó su furia en la ciudad y arrastró el paraguas. El reloj de cuco entonces se paró y el polvo se enseñoreó para siempre del pasado.

2 comentarios:

  1. Eres una forma de adecuar la realidad frente al anacronismo, porque: ¿Que hacía un paraguas como reclamo de un comercio en el que no vendían paraguas?
    Dos paragüeros no justifican ese reclamo comercial falso o "fale new"

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    1. En las tiendas de paraguas siempre se han vendido sombreros, tocados e incluso bastones y bufandas y, además, todos los negocios evolucionan y diversificando su oferta. Hoy los estancos ofrecen alcohol, en las fruterías podemos comprar chicharrones, en las librerías venden discos y ren los mercados podemos reunirnos para tomar cervezas o unas copas. El tiempo dirá si esos cambios quedarán en nuestros recuerdos o caeran en el olvido.

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