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La gloria del pueblo. de Antonio Fillol |
Don Nicomedes Ortiz Lasarte, cronista, boticario, tendero, camarero, cura, padre —o tío— de su hijo —o sobrino—, Nicomedes —Nico—, era alcalde, de un pequeño pueblo aragonés. No había más habitantes, pero entre los tres, porque en realidad eran tres, se entendían bien. El tercero en discordia era Nicolás, el fiel gato, que tenía encargada la limpieza y depuración de ratones y cucarachas. Don Nicomedes mandaba, Nico obedecía y Nicolás correteaba insectos y roedores, y así eran felices. Un día Nicolás desapareció, Nico se fue en busca de nuevos horizontes, y el cronista, boticario, tendero, cura, padre —o tío— y alcalde, perdió a sus lectores, pacientes, clientes, comensales, fieles, hijo —o sobrino—, y ciudadanos. La desolación fue tremenda y don Nicomedes escribió su última crónica: Con fecha de hoy, yo, Nicomedes Ortiz Lasarte, dimito de todos mis cargos, y cedo los terrenos municipales a la Constructora Nuevo Pueblo Nico, propiedad de don Nicomedes Ortiz Expósito.
Verdadero ejemplo de endogamia municipal.
ResponderEliminarAmparado por la desidia.
EliminarQue alguien se vaya siempre es un descalabro para todos
ResponderEliminarPero así es la vida y hasta para irse hay que mantener la decencia.
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