![]() |
Plaza del Pósito. Jaén. |
El cálido tiempo invernal invitaba a sentarse en los bancos de la plaza vacía, repleta de presencias
que disfrutaban de las conversaciones de los tertulianos. Las copas de los
árboles, recién podados, servían de soporte a nidos de gorriones muertos por el
frío y la contaminación. El trino era incesante y melodioso. La oscuridad se adueñaba cada día de
las sombras, desde la salida del sol hasta el ocaso. Los cigarros descansaban mortecinos
entre los labios inertes, sin llegar a consumirse nunca. Había tanto bullicio que la sensación de soledad
era apabullante. La algarabía reinante permitía concentrarse en lo que cada momento se quería ofrecer, sin
llegar a conseguirlo. El orden y el caos descansaban en perfecta
armonía.
Yo recuerdo haber estado allí, hace muchos años, dos veces, antes
de haber nacido y después de morir. Es una experiencia curiosa. Nadie sabe de
ti, siendo como eres, omnisciente. Nunca le he contado nada a nadie, pero he dejado pistas, por si alguien aprendiera a leer y quisiera escribir un libro.
Yo nunca he tenido esa sensación; en todo caso, dado que aún vivo, sólo habría tenido la primera.
ResponderEliminarNo obstante, buscaré pistas por si algún día me decido a escribir un libro.
Lo que pasa es que, me temo, que,cuando encuentre esas pistas, probablemente ya no esté en condiciones de escribir nada.
José Carlos
Normalmente son las pistas las que nos buscan a nosotros. Si no nos encuentran quizás sea que no tengamos los ojos abiertos.
EliminarSi las recogemos y las vivimos, escribamos o no, allí están esperándonos.
Nuestra historia e imaginación están a su servicio.
Estremece hasta el último rincón del alma.
ResponderEliminarEstremece lo ilógico, lo desconocido, el olvido y la premonición. Estremece lo que se escapa del control y estremece lo que te controla. Có eso jugamos.
Eliminar