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Ribadeo |
Las casas chatas de colores vivos se alternan con
los caserones de los que en su día buscaron una vida mejor, y volvieron con
sombrero, chaqueta y ansias de futuro. El manto verde de la abigarrada
vegetación lucha por hacerse sitio entre las angostas calles, restando luz y reteniendo
una humedad que recala en los huesos y almas. El cielo presagia, como cada
mañana, días venideros de marejada o calma, de brisa o tormenta. El mar trae
alimento y paz, o impotencia y dolor. Los hijos futuro, y los padres recuerdos.
Así, desde hace centenares de años, cambiando
nombres, ropa, proyectos, angustias, sueños, miedos, juegos, soledades y
esperanzas; y manteniendo vidas.
Contra la gran ola, a la que se teme porque llega y destruye (barcos, casas, huertos, ilusiones y... vida)
ResponderEliminarNace pues ola de eso, solidaridad, trabajo e ilusión que construye, restaura, trabaja duro y se prepara para el próximo enfrentamiento, que, seguro, ha de venir.
Todos pasamos por las ciudades, los puertos, los caminos, como podemos y como sabemos.
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