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Santiago de Compostela |
Los
cinco miembros del grupo Galicia Soñada —Manuel, Martín, Yago, Estevo y
Gerardo—, llevaban años tocando juntos, y lo hacían con gran maestría a pesar de
la dificultad que suponía el hecho de que Manuel, el director, era sordomudo. Los años le habían enseñado a organizarse de tal forma que pequeñas pistas le bastaban
para elegir la canción que debía interpretar en cada momento. Cuando captaba que el ambiente era distendido, dirigía una dulce balada, si eran las fiestas de un pueblo costero, casi sin
mirar a los demás, sacaba del repertorio las piezas más festivas, si había niños entre el
público buscaba canciones infantiles, y si la atmósfera estaba tensa,
usaba temas populares para que todos los pudieran tararear y terminar
encendiendo el mechero y abrazando al que tuvieran cerca.
Así fue siempre, sin errores ni
discusiones, hasta que un año volvieron a la pequeña aldea del interior en la
que habían crecido. Frente a ellos, entre el escaso público, estaba Carmiña,
tan guapa como siempre, sonriente, algo entrada en carnes, con el corpiño bien
ajustado, y con su insinuante mirada pícara, que dirigía a cada uno de los
miembros del grupo, a los que no veía desde hacía mucho tiempo.
Manuel había sido novio de
Carmiña, pero ésta lo dejó, y poco después empezó a salir con Estevo, con los
consiguientes celos de Estevo que, incapaz de decirle el amor que sentía por
ella, se encerró en su casa y casi abandonó el grupo. La ruptura con Manuel, había despertado una oculta
esperanza en el iracundo Martín, que se bebía los vientos por ella en silencio;
y en Gerardo que, ante el fracaso en su intento de hacer que ella le prestara la mínima atención, se
sumió en la más profunda tristeza. Yago, el único que no había sucumbido a los encantos de Carmiña, y estaba ajeno a la historia, se reía
de sus amigos a los que decidió apoder Mudito, Romántico, Gruñón y Tristón.
Cuando Feliz, que así llamaron a Yago, al iniciar la actuación, miró sus compañeros, ajenos al guiño de Manuel y embelesados por la presencia de Carmiña, comenzaron el concierto más
caótico y desastroso de toda la historia de Galicia Soñada.
Entre
el público, Cristovo despertó de un estornudo a Antón, alertando a su amigo del
desastre, mientras, Carmiña, abandonaba la plaza en compañía de Bolthor, su rubio y apuesto príncipe
azul, camino de las lejanas tierras del norte.
La comunión entre varones suele acabar por la presencia de una mujer.
ResponderEliminarEsto puede parecer machista pero, de forma más discreta y sibilina, la comunión entre mujeres suele romperse por la existencia de un varón, aunque no necesariamente por si presencia.
Salgo como "desconocido", no se porque, si que firmó.
José Carlos
Nadie es ajeno a las circunstancias que nos rodean, sean ajenas a nuestra voluntad o creadas por nosotros.
EliminarQué versión más buena del cuento. Pero, sobre todo, qué inexcrutable, sorprendente y desempedrado camino has seguido, con un gaitero en la línea de salida y una desbandada irreal y sin corcel que llega a la meta bajo unos acordes desafinados. Me ha encantado.
ResponderEliminarGracias Margarita.
EliminarLo cierto es que comencé a escribir una historia de músicos en un mundo rural. Los enanitos, Blancanieves y el príncipe Bolthor se colaron en el cuento inesperadamente.
Un beso.