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El violinista, de Alejandro de Miguel |
Gracias al mecenazgo del Duque Albrecht Von Kernt-Meller
se había construido el Gran Teatro en su ciudad natal. Para su inauguración se
había programado el Concierto para
Cincuenta Violines, que el noble había mandado componer para celebrar la
mayoría de edad de su hijo, verdadero amante y virtuoso intérprete de dicho
instrumento desde la tierna edad de los cinco años.
Las expectativas eran grandes. Media docena de violines tocando
al unísono una música serena y envolvente que elevaba el espíritu a las más
alta cotas —rezaba el programa de mano.
Un aplauso recibió al director, a los músicos y, en
especial, al duque y a su hijo, que subió al escenario portando un Stradivarius, regalo de su padre. El inicio
de los cincuenta violines tocando al mismo tiempo, sin ningún otro instrumento,
asombró al público, que se vio inmerso en una atmósfera etérea solo rota por
los continuos errores del duquesito,
que desafinaba una y otra vez. Entre el público, algunos se taparon la boca
para disimular una sonrisa traidora, otros guardaron un respetuoso silencio y
una parte pensó que no eran sino una genial extravagancia del compositor. En
cualquier caso, terminado el concierto, un prolongado aplauso premió la labor de
los violinistas, la inspiración del compositor y la dadivosidad del mecenas.
El duque no fue ajeno al éxito, pero tampoco a los desatinos
de su hijo, y buscó una solución. En dos días reestrenaría la obra, que anunció
en grandes carteles por toda la ciudad: Concierto
para Cincuenta Violines y Violín Solo. Solista: Ernst Von Kernt-Meller.
Fue un gran éxito. Se publicó en los diarios, así como en un gran invento reciente que transmitía imágenes y sonidos.
ResponderEliminarAl poco tiempo era tan famoso que las masas le seguían enfervorizadas.
Un gran día publicó por este nuevo medio, además de la prensa y la radio, sus revolucionarias ideas.
La gente lo seguía.
Al final decidió escribir un libro. Fue publicado con gran éxito de crítica y público.
Lo tituló Mein Kapmf
Duquesitos, Hitleritos, reyecitos, policitos, mediquitos, canitos, golfitos, banqueritos, obispitos y otros itos, los hay por todas partes, pero unos tienen más poder y discípulos que otros.
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