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El Diluvio Universal, de Miguel Ángel Bounarroti |
El
Papa escuchó la voz de Dios: Y he aquí, yo traeré un diluvio sobre la
tierra, para destruir toda carne en que hay aliento de vida debajo del cielo;
todo lo que hay en la tierra perecerá. Inmediatamente reclutó a hombres y mujeres,
unidos por el amor y oficio, para así asegurar la supervivencia y el buen orden
de la humanidad. Eligió, entre otros, a parejas de médicos, albañiles,
abogados, artistas, agricultores y pescadores, políticos y gobernantes,
empresarios, ladrones e indigentes, todos con sus familias, y por último, a
sacerdotes, monjas, obispos, abades y abadesas, con sus respectivos sobrinos y
sobrinas.
Llovió
durante cuarenta días y cuarenta noches, y cuando por fin la paloma trajo la
rama de olivo, solo encontraron desolación. Pero el espíritu humano nunca se da
por vencido y, en poco tiempo, los médicos volvieron a sus hospitales, los
albañiles al tajo, los abogados al bufete, los artistas a sus estudio, los
agricultores al campo, los pescadores a sus barcos, los políticos a sus escaños, los gobernantes
a las poltronas, los ladrones a sus escondites, los indigentes a sus esquinas,
los religiosos a los conventos e iglesias, sus sobrinos y sobrinas a las
visitas ocultas y el papa a su sillón de San Pedro.
A
los pocos días el arco iris anunció un nuevo pacto: En cuanto a ustedes, sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra... que nada cambiará.
Y dijo Dios:
ResponderEliminar¡Que existan los políticos!
¡Que tengan poder sobre los jueces! ¡Pero que se cuiden si no quieren sufrir a causa del dinero y los que lo manejan!
... Y la banca vio que era bueno.
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