Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 23 de noviembre de 2018

Agravio en la Montaña Sagrada

Las perlas de Afrodita, de Herbert Draper

La rebelión había comenzado en las faldas del Olimpo. Hefesto, el maltrecho y despreciado hijo de Hera, reunió en una de las casas de la vieja Atenas a Afrodita, Poseidón, Apolo, Hermes, Pan, Ares y Heracles, para derrocar al tirano Zeus, y devolver la paz y la libertad al maltratado pueblo griego. Organizó cuidadosamente el golpe: Afrodita, con sus artes amatorias, seduciría a Zeus, Pan entretendría a la corte con una comida pantagruélica, Apolo debía arengar al pueblo para prometerles un futuro mejor, Ares convencería al ejército para que se uniera a los rebeldes, y Hermes obtendría ayuda económica de todos los comerciantes. Todo salió según lo previsto, y fue entonces cuando Poseidón desató una gran tormenta y un fuerte terremoto, y Heracles rompió las puertas de la fortaleza liberando al pueblo de la tiranía de Zeus y su corte.
En pocos días, Hefesto nombró un nuevo gobierno y presentó al pueblo a sus colaboradores. A Poseidón lo encargó de la defensa de la naturaleza, a Apolo lo nombró ministro para las artes, a Ares de la guerra, y a Hermes de economía. Pan tuvo que asegurase de que el pueblo no volviera a pasar hambre, y Heracles fue nombrado jefe de las milicias.
Solo faltaba Afrodita, que no asistió a la última reunión. Allí decidieron expulsarla del Olimpo, por puta.   

El que esto suscribe en absoluto comulga con las peregrinas ideas de tan ancestral machismo.

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