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Las perlas de Afrodita, de Herbert Draper |
La
rebelión había comenzado en las faldas del Olimpo. Hefesto, el maltrecho y
despreciado hijo de Hera, reunió en una de las casas de la vieja Atenas
a Afrodita, Poseidón, Apolo, Hermes, Pan, Ares y Heracles, para derrocar al
tirano Zeus, y devolver la paz y la libertad al maltratado pueblo griego. Organizó cuidadosamente el golpe: Afrodita,
con sus artes amatorias, seduciría a Zeus, Pan entretendría a la corte con una
comida pantagruélica, Apolo debía arengar al pueblo para prometerles un futuro
mejor, Ares convencería al ejército para que se uniera a los rebeldes, y Hermes
obtendría ayuda económica de todos los comerciantes. Todo salió según lo
previsto, y fue entonces cuando Poseidón desató una gran tormenta y un fuerte
terremoto, y Heracles rompió las puertas de la fortaleza liberando al pueblo de
la tiranía de Zeus y su corte.
En
pocos días, Hefesto nombró un nuevo gobierno y presentó al pueblo a sus
colaboradores. A Poseidón lo encargó de la defensa de la naturaleza, a Apolo lo
nombró ministro para las artes, a Ares de la guerra, y a Hermes de economía.
Pan tuvo que asegurase de que el pueblo no volviera a pasar hambre, y Heracles
fue nombrado jefe de las milicias.
Solo
faltaba Afrodita, que no asistió a la última reunión. Allí decidieron expulsarla del Olimpo, por puta.
El que esto suscribe en absoluto comulga con las peregrinas ideas de tan ancestral machismo.
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