La gran torre, de Giorgio de Chirico |
Mis padres construyeron su casa, que tenía un comedor, un
dormitorio, la cocina y el cuarto de baño. Tuvieron seis hijos y, por cada
hijo, levantaron una nueva planta, solo con un dormitorio. El edificio, con sus
seis pisos, destacaba sobre las casitas bajas del pueblo.
Los seis hermanos hacíamos vida común en la planta baja
hasta que nuestros padres murieron y empezamos a distanciarnos. El primero fui
yo, el pequeño, vivía en la sexta planta, y para evitar los seis tramos de las
escalera me hice un pequeño cuarto de baño en el descansillo y compré lo básico
para cocinar. Luego mi hermano mayor, que vivía en el principal, harto del
constante ruido de la escalera, cerró su puerta y abrió una salida por la
fachada. El del quinto, que era arquitecto, decidió ampliar su casa, para poner
un estudio, a costa del descansillo y del hueco de la escalera, para lo que
puso un ascensor en la fachada con acceso directo a la calle, ya que ninguno de
mis hermanos quiso pagar la obra. Me dejó incomunicado a pesar de mis
protestas. Entonces hice una escalera hasta el cuarto para poder llegar a la
planta baja, pero poco a poco todos fueron imitando a mi hermano del quinto y tuve
que poner también un ascensor en la fachada. Poco después, la casa tenía seis ascensores
paralelos y terminamos viviendo en seis pisos independientes.
Ninguno de nosotros tuvo familia, la planta baja quedó
abandonada y las relaciones se fueron enfriando hasta el punto de no vernos en
meses. Pasaron los años y nos fuimos jubilando y perdiendo relación también con
el exterior. Los achaques hicieron que todo contacto externo fuera el llamador
del ascensor, a través del cual nos subían los alimentos y otros artículos
necesarios y así, poco a poco, nos fuimos quedando aislados.
No sé nada de mis hermanos, creo que el mayor y el
arquitecto murieron, de los demás, ni idea. A mí, los servicios sociales me
quieren obligar a abandonar la casa para llevarme a una residencia, pero no lo
van a conseguir, he roto la llave del ascensor y ese es el único acceso que
tienen. Sé que con ello me condeno pero me da igual. Me quedo en mi casa en
espera de lo que tenga que llegar.
Cuando, años más tarde, la policía entró junto a un
funcionario del estado para desalojar la casa por amenaza de ruina, encontró en
cada planta un cadáver. La muerte de el del sexto había sido más o menos
reciente —concluyeron—, el resto había fallecido mucho tiempo atrás. En ninguno
de los casos había indicios de violencia, todos estaban sentados en su sillón y
junto a ellos, un diario, más o menos completo, que empezaba diciendo: Mis padres construyeron su casa, que tenía
un comedor, un dormitorio, la cocina y el cuarto de baño. Tuvieron seis hijos
y, por cada hijo, levantaron una nueva planta, solo con un dormitorio. El edificio, con sus seis pisos, destacaba
sobre las casitas bajas del pueblo.
Es triste pero la única unión entre los distintos pisos es la base. Cuando faltó la base , al morir los padres, los distintos pisos se aislaron entre ellos, al igual que sus dueños.
ResponderEliminarLo que es extraño es que ninguno abandonó su propiedad para formar otra torre en otro sitio y que ninguno la vendiera para iniciar una rama nueva.
Quizás el colapso lleve a una indiferencia absoluta, hacia el interior y el exterior.
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