Mañana
de septiembre, de Paul Chabas
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Al
amanecer, cogí del brazo a Alba y nos fuimos juntos a pasear.
Se
acercaba el otoño y a ambos nos preocupaba que nuestros días eran cada vez más
cortos. Ella se consolaba con el fruto de la uva y la mirada de los ancianos
que escudriñaban su ocaso incierto y yo me reconfortaba rememorando momentos
pasados, perdidos o por venir.
Cuando
se despidió, el silencio se hizo dueño de las llamas de horizonte y yo guardé
un respetuoso silencio.
Los
girasoles seguían al sol, el trigo al viento, las cosechas marcaban el ritmo de
cada vida y Alba continuó paseando cada día mientras yo la esperaba detrás de las
montañas.
Al final, siempre es alba, cenit, ocaso y final. La vida de todo, ser vivo o no.
ResponderEliminarLa meta es la misma para todos, el camino es de dada uno.
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