A
carta, de Eliseu Visconti
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Cuando
muera, en el mismo minuto en que deje de ser yo para ser fui, quiero que mi
cuerpo esté al sol, refrescado por una brisa suave y por el olor de un pinar
cercano que limpie mi pasado. Quiero oír a lo lejos los nocturnos de Chopin,
tener cerrados mis labios con una cereza de un rojo violento que refrene mis
angustias, y que mis ojos retengan la luz serena de un ocaso.
Cuando muera,
en el mismo minuto en que dejes de mirarme para empezar a recordarme, quiero
recoger mis recuerdos en una medalla de plata limpia, brillante y desgastada,
tener en mis manos un libro abierto y bajo mis pies un lecho de tierra. En
ese instante quiero que sentir como
juegos de niños silencian el
murmullo de las oraciones.
Cuando
muera, en el mismo minuto en que el ahora solo sea un paso al ayer, quiero que
mires fijamente al horizonte para comprobar que el mundo gira, al suelo para
librarte de las raíces y de las alimañas, y al mar que te traerá navíos llenos de vida.
Todo eso
quiero para cuando muera, para ese minuto en que nuestra mirada se haga
omnipresente y eterna. Pero si no tuviera nada de lo que pido, no te preocupes,
no importa, solo dame la mano para que me arrope tu cariño y quitarme el miedo.
Precioso!!
ResponderEliminarGracias hermano.
EliminarMuy bonito. Excelente.
ResponderEliminarGracias amigo, me alegra saber de ti y contarte entre "mis lectores".
EliminarUn abrazo
Muy bonito, muy triste. Cuando me toque, no sé, no creo que añore a Chopin, a los atardeceres de Rota o a los langostinos de Sanlúcar.
ResponderEliminarPero querré una mano.
La mano es lo más importante.
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