Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 4 de agosto de 2017

Agosto

Café alrededor de la fuente, de José Bautista

Corría el año dos mil ochocientos setenta y siete, nadie salía a trabajar antes del ocaso y todas las casas y edificios tenían aire acondicionado a pleno funcionamiento las veinticuatro horas del día, lo que había producido un aumento de más de diez grados en el exterior. Alarmados por esta situación los gobiernos prohibieron su uso durante un mes y así consiguieron que refrescara algo el ambiente. Gracias a ello agricultores, albañiles, enfermeros y médicos de atención domiciliaria, carteros, transportistas y vendedores ambulantes, entre otros, celebraban que por primera vez en el año la temperatura, habitualmente por encima de los cincuenta y seis grados centígrados, bajara de los cuarenta.
Con espíritu emprendedor, un joven sevillano abrió una tienda de abanicos que en poco tiempo, gracias a la gran demanda, llegó a producir más de dos millones mensuales de piezas. Tal fue el éxito, que la idea se extendió a todo el mundo hasta el punto de que no quedó nadie sin abanico, lo que redundó en que nuevamente bajaran las temperaturas, gracias al aire que producían los miles de millones de piezas vendidas.
En pocos meses la oferta se mejoró con la producción de abanicos generadores de aire frío por energía solar. Por cada varilla salía un chorro a unos veinte grados, y por la parte posterior eliminaba el calor recogido. Este efecto indeseable, cuando el uso del abanico solar se extendió, aumentó nuevamente las temperaturas.
Reunidos los gobiernos de los países productores de energía, decidieron prohibir también el nuevo abanico, pero la oposición de la primera potencia mundial, que siguió produciéndolos y vendiéndolos, hizo que su uso se mantuviera a pesar de la crisis medioambiental.
La temperatura volvió a subir y los agricultores, albañiles, enfermeros y médicos de atención domiciliaria, carteros, transportistas y vendedores ambulantes, entre otros, siguieron trabajando fresquitos, mientras profetas y científicos vaticinaban el fin del mundo bajo las brasas de la inconsciencia.

2 comentarios:

  1. Multiplica el número de automóviles por habitantes más los dichosos abanicos (invento del diablo) y los aires acondicionados -que los habitantes ponían de forma ilegal- y obtendrás un aumentto drástico de temperatura global, que exigirá una intervención inmediata prohibiendo y penando severamente el uso de todos estos utensilios. La gente obedeció, pero moría de calor.
    Debido a ello hubo escaramuzas, atentados a escala global y luchas internas y entre distints países. En un momento dado, alguién pulsó el botón nuclear y la primera bomba explosionó. a ellas siguieron más y más hasta que la nube radioactiva ocultó el sol y desencadenó un invierno nuclear.
    La gente dejó de pasar calor

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  2. Fin de segundo episodio.
    Próximo capítulo: Llegó el invierno.

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