Abriendo la guadaña, de Kathe Kollwitz
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Dormitaba en el destartalado sillón con un cigarro que se
consumía entre los labios y una copa vacía en la mano, cuando la vio junto a la
chimenea.
—Llevo años observándote, desde el mismo día de tu
nacimiento —le dijo sin más preámbulos.
—Los mismos que yo te estoy rehuyendo —contestó.
—¿Me esperabas entonces?
—Sí, pero no imaginaba que te aparecieras antes de hacer tu
trabajo.
—Siempre lo hago, aunque me llaman de distintas formas:
cáncer, navaja, venganza, infortunio o, como ahora, aparición.
—No conozco a nadie que te haya visto, yo creo que solo eres
un mal sueño.
aparece siempre, a veces, como hoy, en forma de camión en EStocolmo
ResponderEliminarOtras cuando la ve un amigo antes que tú
ResponderEliminarTenemos que convivir con ella, asumir su existencia, comprenderla y esperarla, evitando que interfiera en nuestra vida, pero sin olvidarla.
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