Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 28 de abril de 2017

La gran oportunidad

Die Philharmoniker, de Max Oppenheimer
Su afición por el vino lo había convertido en un indigente. Solo conservaba un viejo violín con el que cada día tocaba su sonata número uno —Martina— que había compuesto años atrás.
Se despertaba cada mañana con Radio Clásica para escuchar el programa "Sinfonía de la mañana", en el que contaban la vida y anécdotas de compositores de todos los tiempos.
Un día notó que el presentador, en vez de hablar en tercera persona, se dirigía a él de forma imperiosa: “Llevas años tocando tu sonata, ya es hora de que se conozca, te espero en media hora en la emisora”.
No lo dudó, se levantó, se vistió y salió corriendo, mientras sus compañeros del albergue se reían de él y escondían el casete en que habían grabado el mensaje.
Al llegar a la emisora, fue tal su insistencia que consiguió entrar y que le permitieran interpretar su sonata. El director le programa quedó tan impresionado que le prometió que, de forma excepcional, la utilizaría como sintonía del próximo programa.

Al día siguiente, a las ocho en punto, mientras sus amigos del albergue escuchaban la radio asombrados, él dormía con una sonrisa y un lento movimiento de su mano derecha. 

2 comentarios:

  1. Su merecido minuto de fama que desaprovechó años atrás y se quedo en. ..minuto

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  2. Probablemente sabía que tenía una joya, la disfrutó preparándola, tocándola, escuchándola y recordando. Todo eso da de sí un minuto de gloria.

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