Era uno de esos días de silencio y desesperanza, y allí
estaba, cubierta por la hojarasca de otoño, desnuda, con la mirada perdida y
exhalando su último aliento, de la misma forma en que la vi por última vez.
Me tumbé junto a ella y me dispuse a esperar a su lado a la
próxima primavera.
Desde entonces dicen que la brisa en el bosque trae
susurros de amor.
Ophelia, de John
Everett Millais
|
Pobretica. Ni muerta la deja en paz el pesao de Hamlet (que tenía un tirillo dao )
ResponderEliminarA ella le gustaba o, por lo menos, le gustó el detalle.
EliminarDesesperanza y susurros de amor no es buena combinación con un invierno por delante
EliminarSí cuando los susurros te cambian tus expectivas
Eliminar