Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 5 de agosto de 2016

Libres de pecado

Terminada la misa, salió don Ramón, el cura párroco, junto a a Juana, la ramera más conocida del pueblo, la abrazó, la besó, y se quedó mirando a la plaza.
Los más viejos comenzaron a murmurar y las mujeres a santiguarse y a hacer como si se fueran escandalizadas, pero sin moverse. Fue entonces cuando alguien desde el fondo de la plaza, tiró una piedra y don Ramón cayó al suelo desvanecido. A esa primera piedra le siguieron muchas hasta que don Ramón y Juana, tendidos en el centro de la plaza sobre un charco de sangre, murieron. 

Hoy nadie habla de ello, solo algunos se quejan de que el obispado se ha negado a mandar a un cura y de que ya no se celebran misas en el pueblo.

La lapidación de los ancianos, de Maarten van Heemskerck

5 comentarios:

  1. Hubo -hace tiempo- otra persona que besó a una prostituta e, incluso permitió que le lavara los pies y los secara con su cabello.
    Los cátaros la consideran mucho más que una prostituta

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    1. La capacidad para olvidar y justificar es tremenda y la facilidad para tapar las propias vergüenzas, de desviar las responsabilidades con reclamaciones, justificadas o no, mayor aún.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  3. Muchos libres de pecado habia en ese pueblo. Hipócritas.

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