Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 5 de agosto de 2016

Algo había cambiado

Roberto fue un buen estudiante, perteneciente a la parroquia de su barrio y muy activo en asociaciones benéficas, un orgullo para sus padres, que siempre lo definieron como una buena persona. Constante y trabajador, incluso algo servil, no tuvo problemas para encontrar el puesto que ahora ocupa en la pequeña oficina en que desarrolla su labor, con discreción y respeto de sus compañeros.
Como cada mañana se levantó incómodo, con una sensación extraña. Su cuerpo era gordo y peludo, pero se movía sin dificultad y con una rapidez asombrosa con sus cuatro ágiles patas, y en su cabeza húmeda y viscosa destacaban unos tremendos ojos saltones y una lengua larga y viperina. Se podría decir que era una mezcla de rata y víbora.
Sin pararse más, se vistió con pulcritud y comenzó su trabajo, ejecutando los desahucios programados y su labor de prestamista, que hacía con pocos escrúpulos y con una sonrisa que ocultaba chantajes, amenazas o agresiones, que no dudaba en utilizar para conseguir sus objetivos.

Al llegar a casa se miró al espejo y entonces notó cierto cambio en su aspecto físico. Puede que  su rostro algo cansado, una mancha en la chaqueta o que tenía mal puestas las gafas. No le dio importancia, cenó y se acostó temprano, asegurándose antes de haber planchado bien su piel de cordero.

Hombre Lobo, de Lucas Cranach, el Viejo

4 comentarios:

  1. ¡Joder con Roberto!. ¿quién se lo iba a esperar?
    Mezcla de rata, víbora y...banquero

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    1. Rebuscando por los "fondos de armario" nos encontraríamos muchas sorpresas.

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  2. Esos espécimenes los hay en todas profesiones. Demasiados. Viven para trabajar e intentan que sus subordinados hagan lo mismo. Son tóxicos y deberían tomar de su propia medicina

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