Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

sábado, 22 de julio de 2023

Gestos


Lo hallaron balanceándose en la soga que colgaba del ecuador. Según la inclinación de la tierra y la hora, su vaivén seguía las agujas del reloj, o lo hacía en sentido contrario, como los desagües de los lavabos en territorio austral o boreal.  En derredor, sus familiares lo miraban compungidos, con una oscilante negativa —derecha izquierda o izquierda derecha—, siguiendo el recorrido del cuerpo inerte, al que acompañaban en esa negación rítmica, matemática.

Solo el hijo del suicida, situado justo en esa línea e imaginaria que delimita el norte del sur y separa ajena los hemisferios, seguía con la mirada —arriba abajo, abajo arriba— el balanceo. 

Una leve y prácticamente inapreciable mueca del difunto consoló el dolor del niño, que partió con su consentimiento en busca de las coletas rubias y los tímidos besos de sus sueños. 

2 comentarios:

  1. Cierto. Hay que buscar consuelo.
    Aunque sea absurdo.
    Aunque no tenga sentido.
    Suponer algo dará algún consuelo, creo.
    Aunque poco, me temo.

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    Respuestas
    1. A veces solo basta un gesto para encontrar el consuelo y el descanso.

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