Pasaron dos minutos, sus ayudantes vieron sus espasmos y la respiración jadeante y, alarmados, rompieron la urna cuando ya parecía ser demasiado tarde. Una marea de lágrimas y agua se derramó entonces por el patio de butacas entre el aplauso de los asistentes mientras se rasgaba la lona del circo y un rayo de sol la atravesaba e iluminaba como un rayo liberador la vacía pista central.
—Tú estás en lo cierto, Sancho —dijo don Quijote—. Vete adonde quisieres y come lo que pudieres, que yo ya estoy satisfecho, y solo me falta dar al alma su refacción, como se la daré escuchando el cuento de este buen hombre.
Marina
sábado, 24 de junio de 2023
Desesperación y huida del escapista
Anuló en secreto los trucos que había utilizado durante años y se preparó para el número que todos esperaban. Le ataron las manos y pies con cadenas según sus instrucciones y lo introdujeron en un arcón traslúcido que llenaron de agua y cerraron con siete candados. Sería esa última actuación la que le daría fama para siempre.
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Siempre hay una luz y hay que ir hacia ella
ResponderEliminarSí, el problema es que hay que reconocerla y aferrarse a ella.
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