Ilustración de Eva García para el concurso de relatos Monstruoscopio
Para terminar mi trabajo de
fin de curso del taller de brujería le di a mis gemelos una pócima que
iluminara su mente, pero algo saló mal y ahí los tengo, de candelabros en la baranda
de la escalera. Mis padres no paraban de insultarme por el error y, harta como
estaba, les hice un encantamiento y acerté, ahora son dos cuadros colgados de
la pared entre unas arañas —antes eran mis gatitos queridos—, que tejen aburridas
su red. Mi marido, un ángel caído del cielo, vio el caldero, probó la sopa sin
preguntarme y ahí está la criatura, tranquilo y feliz, como un trofeo a mis
espaldas. Por suerte bebió muy poco y ha conservado la mirada y el habla. Me
dijo que no que no le importaba, que era feliz y que, como buen voyeur, disfrutaba
cuando me contoneaba al preparar un bebedizo.
Yo
ya he olvidado mis apuntes y me dedico a investigar mis pócimas con éxito. De
hecho, era bajita, rechoncha, pálida y poco agraciada y me llamaban Julita y hoy
dirijo el Magic Scape Room Madame Juliette con ofertas
lúdico-gastronómicas para adultos. Mi marido, sin embargo, tiene un rictus desabrido
que me desasosiega.
Publicada en el Concurso de Relatos Monstruoscopio
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