Carolina en las escaleras, de David Friedrich |
Me acuerdo de mi primer día de trabajo. Por fin había conseguido un contrato con una continuidad razonable. Ese día me paré bajo la gran escalera de acceso al hospital y me quedé mirando la imponente fachada de ocho plantas. Sabía que comenzaba por fin mi andadura y me sentí importante. Subí la escalera despacio, escalón por escalón. El primero lo hice animado por mi mujer; el segundo y tercero, acompañado por mis niños aún no nacidos; más arriba, en el quinto estaba mi casa, y en el sexto mis compañeros. Seguí subiendo, con mis amigos, con mi familia, con los que nacieron y los que fallecieron, con el colegio y las carreras de mis hijos, con mi trabajo fijo, con mis esperanzas y mi cansancio. Continué hasta que por fin llegué a la grada de la puerta principal, para así alcanzar mi hoy y vislumbrar el mañana, me di la vuelta y observé en silencio la escalera desde arriba, y ahí vi todo, mirándome, como lo recordaba, aunque quizás algo desdibujado por la luz del atardecer.
Cierto, se mira desde arriba, se admira y... se añora.
ResponderEliminarDespués se sigue el camino inexorable.
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EliminarLa vida empieza en el futuro, que es lo que buscamos; se desarrolla en el presente, que es donde habitamos; y acaba en el pasado, que es nuestra añoranza (tomado de mi libro "Villa Amadora").
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