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Joven tocando el piano, de Gustave Caillebotte |
La sala de conciertos se abrió para un grupo selecto de aficionados que, como cada año, se reunían para el acontecimiento.
Solo las velas de los candelabros del piano iluminaban el escenario. La banqueta de terciopelo verde aún permanecía vacía cuando llegó la hora del inicio del concierto. El profundo silencio se hizo entonces más intenso al sonar las notas del Nocturno de Debussy, que impregnó de nostalgia la sala.
Cuando el concierto terminó, una
leve corriente de aire apagó las velas y no se oyeron aplausos ni nadie se
movió de los asientos. Todos quedaron absortos mirando ese piano que, cada año,
sin que nadie lo tocara, terminaba la pieza que quedó inconclusa el día del
bombardeo.
Caramba Eze. Precioso.
ResponderEliminarGracias. Loe recuerdos hacen revivir el pasado (o es el pasado el que renace un nuestros recuerdos)
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