Noche de verano, de Piet Mondrian
El calentamiento global, la sequía, los incendios, inundaciones y otras
catástrofes naturales, unidas a las sucesivas guerras y a una desconocida y
mortífera pandemia, llevaban a la Tierra a su final, y sus habitantes se
organizaron para abandonarla.
Los científicos construyeron una nave inmensa, un
nuevo Arca de Noé, con forma de cesta de mimbre, cubierta por una escafandra
transparente y rodeada de gruesas cadenas.
Una sincrónica y potente pedalada de los más de
doscientos millones de hombres y mujeres que iban a iniciar la aventura fue
suficiente para que la potente dínamo de la nave pusiera en marcha el motor que
la acercaría a su destino. Llegó, tal como estaba previsto, al polo sur del
satélite una noche de luna llena. Una vez allí lo rodearon con una gran cincha
metálica, con ocho ganchos distribuidos a lo largo de toda la circunferencia,
en los que colgaron las cadenas que llevaban en el fondo de la nave; y
asegurada la canasta lo trepanaron hasta ahuecarlo, encendieron los quemadores
y con un gran fogonazo, comenzaron a desplazarse.
Apocalipsis y, al mismo tiempo, esperanzador.
ResponderEliminarEs difícil pensar que con un "simple" trépano a la humanidad puedan expulsarse todos los martes y las calamidades que la azotan.
Basta con dar una oportunidad a la inteligencia, imaginación y buena voluntad.
Básicamente esperanzador ya que la humanidad tiene recursos. El problema es que, como siempre, los recursos no son para todos, y deberían serlo.
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