Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 17 de abril de 2020

La sombra

Jardín de noche, de Alejandro Quincoces

No la soportaba —siempre por los suelos, deforme, anárquica en sus movimientos, y caricaturizando su figura—, pero no podía desprenderse de ella.

Era tal su odio, que dejó de salir al amanecer o en el ocaso, cuando su presencia era más evidente y desgarbada. Se ocultaba tras los edificios bajo y los árboles y se encerraba por las noches para evitar las sorpresas desagradables que le proporcionaban las farolas y las luces de los escaparates. Terminó paseando solo los días nublados y lluviosos, cosa poco habitual en la ciudad del sur donde vivía, hasta que se encerró para no verla.
Estaba siempre a oscuras —el interior de las casas está siempre llenó de luces y la oscuridad hacía más visible su reflejo—, de forma que pasaron meses sin que nadie lo viera.
            Una noche, un apagón en la ciudad le dio la oportunidad de salir. Miró al cielo y se aseguró de que estaba nublado y que era luna nueva, bajó las escaleras totalmente a oscuras y tomó el camino del parque pero, al cruzar la avenida, ahí estaba ella, en la calzada, alargada, imponente y amenazante. Se quedó paralizado, no vio las ráfagas ni escuchó el frenazo del coche que lo alcanzó por la espalda.
            En el asfalto, una mancha oscura de sangre corría contrahecha y estilizada cuesta abajo. 

2 comentarios:

  1. Es triste, toda la vida huyendo de la luz y lo mató una noche oscura.

    Muy bien escrito hermano, con una inquietante estética kafkiana.

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  2. Gracias, hermano, cuando se huye hay que mirar siempre hacia atrás.

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