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El borracho, de María Blanchard |
Emilio
entró en su bar habitual, se apoyó en la barra y pidió lo de siempre, que ya
Juan, el camarero, se lo había empezado a preparar al verlo cruzar la puerta.
El
vaso largo, como a él le gusta, brillaba por el efecto de la luz sobre el
cristal recién sacado del lavavajillas. La botella de güisqui DYC a medio
llenar y la cubitera de hielo completaban el paisaje al que Emilio tenía acceso
con su mirada fija e incapaz.
Juan
echó dos cubitos de hielo que, con su tintineo, atrajeron su atención —no me
pongas más, que se agua, dijo— y miró al camarero que enroscaba el tapón de la
botella. Cogió el vaso con su mano temblorosa y con la otra avisó cuando había
llenado dos tercias partes, que se bebió en un par de buches. El aroma amarillo
de la bebida le daba sosiego, y pidió una segunda copa, que Juan ya le había
empezado a preparar, y una tercera antes de despedirse.
Al salir, el bar quedó vacío y
Emilio siguió su camino por las calles de siempre, dispuesto a seguir calmando
su sed. Empezaba a atardecer y entró en otro bar. Tenía necesidad de beber para
aclarar sus ideas.
Sara se acostó a la hora habitual,
apoyó la cabeza en la almohada y se tapó con la manta hasta el cuello. Se bebió
el vaso de agua fría que había dejado en la mesita y fijó la mirada en el
espejo de la cómoda. Su imagen algo pálida y descuidada completaba el paisaje
al que Sara tenía acceso con su mirada fija e incapaz. Apagó la luz. El aroma
gris de la penumbra le daba sosiego, pero escuchó entonces el ruido de las
llaves en la puerta de la casa —ya está aquí, pensó— y volvió a mirar el dolor
que se reflejaba en el espejo. Con su mano temblorosa subió la manta hasta
cubrirse la boca, se tapó la cabeza con la almohada y cerró los ojos.
Al cerrase la puerta contestó al
saludo de su marido, y siguió en su postura fetal con que solía dormir. Había
anochecido, escuchó ruido de botellas y los gritos de Emilio. Cerró los ojos,
tenía necesidad de no pensar en nada.
Muy duro.
ResponderEliminarNo tenía necesidad de pensar en nada.
Sabía lo que vendría.
¡NI UNA MÁS!
ResponderEliminarEmilio estaba enfermo y Sara también.
ResponderEliminarSi emilio se cura a el mismo, curara a Sara sin que ella tenga que hacer nada.
Si Sara se cura a si misma haciendo algo, abandonandolo, es muy posible que Emilio reaccione y antes de perderla o incluso habiendola perdido ya, se cure a el mismo tambien.
En ocasiones la mejor forma de ayudar es abandonar.
Solo hay un culpable, enfermo o no, y una víctima. Nuestro papel, acoger a la víctima, ayudándola y abrazándola sin juzgar.
EliminarEn otros casos el abandono es causa de males mayores.
ResponderEliminarNo culpemos a Sara por lo que hizo o dejo de hacer.
Emilio está enfermo pero la culpable no es Sara.
¿O sí?
Es difícil hurgar en la mente de una persona, más difícil es hacerlo en la de dos.
El culpable es culpable, sin paliativo, y la víctima es víctima, sin Paliativos. Al culpable no vamos a justificarlo y a la víctima no vamos a juzgarla.
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