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Jornaleros, de Joaquín Barahona |
Nos
ordenaron en la estación en tresbidillo, de acuerdo con nuestra altura, y
fuimos desfilando para subir al autobús, colocados de cuatro en cuatro, en
cuadrado, una locura. Los quintos de
mi pueblo nunca habíamos viajado en autobús y estábamos más pendientes de lo
que veíamos que de lo que oíamos, sobre todo de la mujer del capitán, —¡vaya
pantorrillas tenía, y menudo escote, que dejaba entrever el canalillo!—. El
capitán no hacía más que chillarnos, darnos órdenes, amenazar con encerrarnos y
asustarnos con una zueca que había cogido de una cerca.
Me recordaba a mi viejo cuando
miraba el campo y la verja. «Niño —decía—, que la mala hierba y las ramas
enfermas crecen en todas partes, y empezaba con el desvareto para reparar la
cerca y evitar que entraran alimañas o se escaparan las gallinas».
Parecíamos aceitunas a las que, ya
sea con vareo u ordeño, estuvieran seleccionando. De vez en cuando un sargento
escogía a alguno, ya fuera por alto, fuerte o porque tuviera alguna habilidad,
como mi primo Joaquín, que era cocinero, o Antonio, el estudiante; y lo llevaba
a los asientos de atrás, junto al capitán y su mujer, para entretenerlos. A mí
me escogió y me sentó junto a ella. Yo le sonreí muy apurado y ella se sonrojó.
Le hablé de lo que sabía, de las faenas del campo, y a ella le interesaba
porque sus padres tenían tierras y se había criado allí. Se quedó con mi nombre
y me dijo que vivía junto al cuartel. Nunca más volví a ver al capitán a pesar
de que visité su casa muchas ocasiones.
Mi abuelo decía que un buen militar
tiene que quitar la mala hierba y saber utilizar la tolva para seleccionar lo
mejor y deshacerse de lo dañino, tirarlo o dárselo a los cerdos. No sé en qué
pensaba el capitán.
El olivar es una lección de vida.
Me quedo algo confuso.
ResponderEliminar¿A quien echaron a los cerdos?
¿Al pueblerino?
¿A la mujer del capitán?
¿A los dos?
Casi quiero creer que entre nuestro protagonista y la mujer del capitán mandaron a este a un innoble destino porcino.
Pues si eso es lo que quieres creer, sea (si fuera otro tu deseo para el final, también).
EliminarLo más interesante no siempre está en los libros.
ResponderEliminarEs así, lo más interesante hay buscarlo alrededor nuestra, pero si nos pueden facilitar disfrutarlo o nosotros podemos hacer que llegue a los demás, mejor. Un lápiz y un libro son armas invencibles contra el olvido o la indiferencia.
EliminarGracias por tu comentario.