![]() |
Ibiza |
Las angostas calles de Dalt Vila permanecían vacías
mientras, en el exterior de la muralla, el ejército cartaginés, las milicias
romanas, las tropas borbónicas, las turbas fascistas y las hordas turísticas,
asediaban la ciudad apostadas en cada una de sus cinco puertas.
En la torre de la Catedral, los nativos de la
localidad, preparaban sus armas con la seguridad de que els familiars los
protegerían. Llegado el momento los liberaron de sus botellas y el cielo se
llenó de pequeños duendecillos que con sus travesuras hicieron huir a las
beligerantes huestes exteriores. Solo quedaron, agazapados entre las piedras,
unas decenas de curiosos turistas que, en poco tiempo, congeniaron con los
nativos, volvieron a meter a los duendecillos en sus botellas y, con el dinero
que consiguieron con su venta, se establecieron en hoteles, bares y tiendas de souvenirs, y entreabrieron las puertas
de la muralla.
Los nativos fomentaron el turismo masivo que los enriqueció. Abarataron los precios, la isla se llenó de turistas hasta que los lugareños se cansaron y empeoró el servicio.
ResponderEliminarEntonces llegaron los jóvenes ingleses, anhelantes de algo y sexo.
La convivencia empeoró hasta hacerse imposible.
Los lugareños estallaron en furia y solicitaron la ayuda del ejército cartaginés, las legiones romanas, las tropas borbónicas, las turbas fascistas y los milicianos del pueblo para que les ayudarán a expulsar a los invasores que hacían imposible vivir en la isla.
Todos se inhibieron. Cada uno tiene lo que se busca.
Incluido yo.
A veces cada uno tiene lo que se busca, pero en muchas ocasiones, tenemos lo que buscan otros, lo merezcamos o no, en nuestro nombre o no, con nuestro permiso o no, con nuestro visto bueno o no.
Eliminar