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Puente de Hierro |
La pasarela levantada al oriente reflejaba la luz clara de
la alborada, y la occidental, la que refulgía los destellos rojos, amarillos y
dorados del atardecer. Por debajo del puente, el río recogía los colores, sobre
los que navegaba un velero, corriente abajo, hacia su destino.
Cuando bajaron las plataformas, el resplandor del alba, el
fulgor del ocaso y el centelleo del agua desaparecieron. El balandro nunca
volvió.
Eliminar del paisaje semejante "adefesio del pasado con renombre par que se pudra en un terreno" es como mínimo un despropósito, me gustaba ese puente y podía aliviar el caos de Sevilla que siempre elimina en pro de la modernidad las infraestructuras de Sevilla
ResponderEliminarLo importante no es el puente, es el camino.
ResponderEliminarNi el puente.
ResponderEliminarNi el puente, ni el camino. El que lo anda.
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