Ratón de biblioteca, de Carl Spitzweg |
Al extranjero lo
llamábamos el caballero inexistente o
el invisible, pero a pesar de su
habilidad para desaparecer tras cada fechoría, al final fue capturado, juzgado
y encarcelado, dado su carácter violento, en una celda de aislamiento. Tu
condena será de cien años de soledad —dijo el juez indignado— y con esto se acabó
los que parecía ser una historia
interminable de muertes, violaciones, robos y otros delitos.
Pasó menos de un mes cuando apareció otro cadáver. Otra
joven fue víctima de una violación, y regresaron los delitos con las mismas
características. El preso seguía en la cárcel, pero parecía que fuera actuaba
un hombre duplicado, destacado
aprendiz de las malas artes del presidiario.
Las hermanas Fortunata
y Jacinta fueron las últimas víctimas, la primera fue asesinada y la
segunda violada, y el pueblo entero salió a la calle para exigir justicia. A
principios de mayo se reunieron en la granja de su padre y así empezó lo que se
llamó la rebelión en la granja.
Fueron mil y una noches de espera a
que se hiciera justicia, sin éxito, hasta que los más exaltados del grupo
decidieron constituirse en un comité de
la muerte y buscar y ejecutar al malvado.
Aquello parecía la crónica
de una muerte anunciada, pero en realidad fue el comienzo de la guerra del fin del mundo. En poco
tiempo los miembros del comité convirtieron la granja en un centro de caza y
captura, se atrincheraron, armaron y, ante la más mínima sospecha, dispararon a
matar. Primero fueron personas que paseaban por allí, después al alcalde que
les había recriminado su actitud, luego el jefe de policía y así sucesivamente
hasta llegar a los más altos cargos del ejército, el gobierno y miembros de la
CIA, que habían venido a adiestrar a las fuerzas del orden local. La comunidad
internacional reaccionó a la agresión mandando más material y movilizó a su
ejército, pero se encontró con la oposición del ayuntamiento, que interpretó
esa ayuda como una injerencia. Mientras, los muertos se amontonaban en los
jardines alrededor de la granja secándose a la intemperie, y la imaginación del pueblo empezó a oír gritos y movimientos
extraños, por lo que la llamaban la casa
de los espíritus y, aunque de día les llevaban flores con cautela, por la
noche no se atrevían a acercarse.
Un día salió el más destacado de los miembros del comité y,
con voz amenazante y acento extranjero,
dijo que no habría paz mientras su hermano siguiera encerrado, y tras decir
esto disparó sobre todos los asistentes dejando con vida solo a uno para que
transmitiera la orden. No habían terminado de decir esto cuando la aviación se
acercó al pueblo y comenzó a bombardear la cárcel, la granja, el ayuntamiento y
el pueblo entero, al que consideraban una fuente de conflicto.
No hubo ningún superviviente y la noticia de corrió por
otros pueblos que comenzaron a organizarse para mostrar su repulsa ante tan grave
agresión. La respuesta fue inmediata y contundente y así comenzó una nueva era
con un solo gobierno y un solo pueblo, fruto de la tercera guerra mundial.
En el pueblo, hoy un erial, solo quedan como huellas imborrables, los gritos del pasado y, a lo lejos,
sobre cumbres borrascosas, algún
superviviente con miedo a volar.
Historia basada en diecisiete libros de mi biblioteca
Entonces, el Sr. Kurtz, agonizante murmuró: ¡El horror! ¡Ah! ¡el horror!
ResponderEliminarY las tinieblas envolvieron nuestro corazón.
EliminarBasado en un libro sobre la crueldad de la raza humana.
ResponderEliminarQué buen escrito. Me encantó. Felicidades.
ResponderEliminarGracias Aqua
EliminarDebes cambiar los libros de tu biblioteca
ResponderEliminarNo se puede cambiar el alma, los recuerdos, la mente ni la conciencia.
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