Danza de la muerte, de Rodrigo Santiago |
Formábamos un buen trío. Cuando me acerqué a la ellos, su
relación era difícil, discutían por cualquier banalidad, llegando a veces a las
manos. Ninguno de los dos cedía nunca, y allí fue donde intervine yo. Hablé con
él para que se mantuviera firme e impusiera sus razones, pero con tranquilidad,
y a ella la orienté de la misma forma, aunque le recomendé que tuviera
paciencia, especialmente cuando él llegaba cansado o en esos días en que había
bebido más de la cuenta. Ella fue más dócil y poco a poco, sin darse cuenta, se
me fue entregando, mientras él seguía con sus salidas nocturnas. A veces la
relación mejoraba y parecía que me daban de lado, pero aunque me ignoraran, yo
siempre estaba allí.
Un día, como otros tantos, él llegó borracho y ella se lo
recriminó. Eso lo volvió loco, comenzó a golpearla y la apuñaló más de diez
veces. Lo único que pude hacer, terminada mi labor, fue cubrirla con mi capa
negra y llevarla junto a otras tantas que he recogido a lo largo de la
Historia.
8 de marzo. Día de la mujer
No fue la tercera. Fue él. Sin excusas.
ResponderEliminarNI UNA MÁS
Fue él, y tantos como él, el que sujetaba la capa negra.
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