Mujer desnuda acostada en un sofá, de
Caillebotte
Se
levantó temprano y fue directamente a la cocina, preparó un café y dejó que se
enfriara algo. A la taza le molestaba que estuviera demasiado caliente, pero
esperaba el beso de cada mañana. Se sentó en la butaca, que protestó: «Siéntate
con más cuidado, me has hecho daño». Tras pedirle perdón, fue al baño y se
duchó, prometiéndole a la bañera que la próxima vez le tocaría a ella. Ya
arreglado cogió las llaves que jugueteaban en la cómoda al esconder, en espera
de las cosquillas con que cada mañana las despertaban. Ya en el portal, cuando
iba a salir a la calle y vio que llovía, la puerta le dijo que volviera a casa a
por la gabardina, su vieja amiga, y así lo hizo.
Subió,
y nada más entrar en casa oyó unos murmullos y unos suaves quejidos, se acercó
al salón a ver que le pasaba a su mujer, que lo miró sorprendida, sin poder
explicar lo que estaba haciendo con el sofá.
IM-PRESIONANTE. En dos palabras :-p
ResponderEliminar¡Me ha encantado, Ezequiel!
Gracias, me alegro que te guste.
EliminarCuriosear en las intimidades de una familia siempre tiene su morbo.
A mí también me ha gustado pero me ha costado entender. Estaba pensando todo el rato en la tetera y el candelabro de Disney sin pensar que la bestia, en un descuido podía también lucir una hermosa cornamenta, en este caso de madera de perchero
ResponderEliminarLas cosas de familia son así.
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