Las moscas, de Lorenzo Goñi
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Ahí sigue, hablando sin parar. Vino al mercado a buscar
trabajo, pero con ese aspecto de loco que tenía, no lo escuchamos, no sé si
hicimos bien. Desde entonces está esperando así en la puerta, semidesnudo y con
todo el cuerpo lleno de moscas, dice que no se mueve hasta que lo escuchemos.
El problema es que ya tiene un corro de gente alrededor, algunos se ríen, otros
lo miran asombrados, hasta el jefe se ha parado a escucharlo, y en el corro
está el portero, que me detalló lo que decía y la conversación.
No me quieren dar trabajo y soy el que mejor puede
ayudarles, como ayudé a mi familia en su pescadería, quitándoles las moscas
que, atraídas por la sangre, los desperdicios, la humedad y el frescor del
hielo, daban un aspecto de suciedad al puesto que alejaba a los clientes. Y en
vez de agradecérmelo, me rehuían como si apestara. Ya en el colegio me pasaba,
el fly me llamaban, decían que no me
lavaba, —¡con los refregones con jabón lagarto que me daba!—. Tengo una foto
de entonces corriendo perseguido por una
nube negra, la uso para mi perfil en facebook y será el logotipo de la empresa que quiero fundar “El rey de las
moscas”. No es un nombre original, pero es directo y llamativo.
—Pero bueno, déjese de monsergas ¿de qué quiere trabajar
usted con esa pinta?
—Pues de matamoscas, de que va a ser.
—¿De matamoscas? Si todas están revoloteando alrededor suya,
parece que lo quieren.
—Pues por eso, me acerco a donde más le molestan, a las
pescaderías, por ejemplo, se me pegan —es un don que tengo—, y entonces, sin fumigar
ni aerosoles que se carguen la capa de ozono, solo tengo que matarlas… o
soltarlas en la competencia ¿qué me dice?
—Qué se vaya y me deje.
Se fue entonces al puesto de mariscos, que hoy reluce sin un
insecto, y mientras sus clientes se hacen fotos con El Rey de las Moscas; la pescadería se hunde en la miseria y el
dueño discute con un desconocido rodeado de ratones.
Un don (o un defecto) puede tener efectos positivos o negativos pero no siempre se puede predecir cuál será. Otras veces, el efecto negativo es, por desgracia, fácilmente predecible.
ResponderEliminarCorrecto, por ello siempre hay que dar una oportunidad.
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