La Esperanza II, de Gustav Klimt
Veían la luz. Tan potente era que laceraba sus miradas ciegas incapaces
de llorar, de reconocer un color que no fuera negro sanguinolento. Sus vidas
habían sido tranquilas hasta que cruzaron la frontera, esa línea que deja atrás
el ayer y abre el mañana.
Macarena aún recuerda la paz del sueño sereno, y el
brusco y doloroso despertar, sus compartidos latidos desbocados… y el fulgor.
Violentas y dolorosas sacudidas la impulsaron al exterior, al más allá del
conocido contorno de silencio amable. Carmen dormía. Macarena encontró el aire
necesario para su existencia. Carmen ahogó su voz silente.
La madre luchaba por abrir el paso y acogerlas. La amable burbuja amniótica estalló. Los cuatro kilos largos de Macarena cruzaron la raya a la vida mientras la vida de Carmen se ahogaba en meconio y la piedad besaba y lloraba en confuso dolor. Macarena pudo escuchar un quejido inaudible, y su hermana calló.
Bien escrito y bien descrito.
ResponderEliminarDe esto sí entiendo algo y sé que los partos gemelares y más aún en este caso por ser monoamniótico son o pueden ser problemáticos, sobre todo el segundo gemelo.
Lo que si está clarísimo es que la culpa fue del obstetra y hay que demandarlo.
Cualquier crisis afecta a la víctima y cualquier victoria la disfruta el vencedor, pero, en todos los casos, afecta a los que rodean al protagonista.
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