Dos personas, de Edvard Munch |
Ella escuchó cómo sus pasos se acercaban con decisión, y tembló. Él, conforme avanzaba, disfrutó de su suave olor a lavanda que lo transportó a un idílico campo verde y malva. Ella cerró los ojos, y él notó que le acariciaba la brisa suave de sus pestañas. Él sonrió y ella sintió cómo el leve sonido de sus labios la llevó hacia mares lejanos mecida por el vaivén de las olas. Ambos, antes de iniciar su paseo, se dieron la mano y soltaron sus bastones blancos como cualquier otra hermosa tarde de primavera.
Se enamoraron. No hay edad para el amor.
ResponderEliminarPara el sexo quizá.
Gracias por tu comentario.
EliminarMe gusta mucho. Muy sutil
ResponderEliminarUna historia sutil captada por unos ojos avezados. Muchas gracias.
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