Autorretrato en bola de cristal, de Roberto Montenegro
Entré
en la casa la Navidad en que Juanito cumplió un año y su padre me dejó junto a
su cuna. Yo disfrutaba con la sonrisa del pequeñín al ver caer la nieve en la bola
de cristal en que vivía, hasta que se quedaba dormido. Pasaron los años y aún
continuaba jugando conmigo, pero un día de Reyes, ya cumplidos los nueve años,
de un manotazo, tiró mi mundo al suelo, se rompió la bola, se desperdigó la
nieve y yo quedé tendido en la alfombra. Quise esconderme pues iban a llegar
los Reyes, y descubrí entonces decepcionado que eran sus padres, que amenazaban
con pisarme sin querer. Hui al jardín a buscar al Ratón Pérez que unos días
antes le había dejado un regalo al niño, pero me encontré una inmensa rata de
alcantarilla. Ya nunca pude volver a mi bola de cristal.
—Tú estás en lo cierto, Sancho —dijo don Quijote—. Vete adonde quisieres y come lo que pudieres, que yo ya estoy satisfecho, y solo me falta dar al alma su refacción, como se la daré escuchando el cuento de este buen hombre.
Marina
lunes, 15 de agosto de 2022
Fin de la inocencia
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Lo entiendo.
ResponderEliminarNo hay mentira más dulce y al mismo tiempo más cruel que los Reyes Magos.
Cada uno es como es y vive como vive y ve las cosas desde su perspectiva.
Eliminar