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Borracho, de Charles Groux |
Ese día cumplía ochenta años y no estaba dispuesto a pasarlo solo. Lo preparó todo con mucho esmero en su casa de campo, repasó la mesa en la que había puesto su mejor vajilla y unos entremeses, y se sirvió una copa: No había invitado a nadie, pero tenía la esperanza de que se acordaran del día y acudieran a celebrarlo.
Ya anochecía y aún seguía solo, por
lo que se sirvió otra copa y otra y una cuarta, y por fin vio entrar a su mujer
con sus cuatro hijos. Les ofreció vino, brindó con ellos y se sirvió para acompañarlos.
Vinieron más tarde sus compañeros de trabajo y otros amigos, para los que abrió
una nueva botella que se fue bebiendo alegremente mientras lo escuchaban.
Llegaron algunos miembros de su pandilla del colegio, varios actores,
futbolistas, incluidos los de
Empezó a entrar gente desconocida,
pero a él no le importaba, hablaba con todos y brindaba con ellos con el
güisqui que había reservado para la ocasión. Les enseñaba los animales que
estaban entrando por las ventanas, búhos parecían, y las arañas que surcaban el
techo, y se reía viendo como reptaban algunas serpientes, y jugueteaban entre
las piernas de los invitados unas fichas de ajedrez.
Comenzó a sentirse mareado, se
sentó, se sirvió otra copa y se quedó dormido.
A la mañana siguiente, el salón
estaba vacío y él tenía un terrible dolor de cabeza.
Según Goya, "el sueño de la razón periódica monstruos"
ResponderEliminarEn el caso del gūisqui produce amigos.
Los monstruos y los amigos los creamos nosotros y ellos nos transforman.
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