Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

sábado, 20 de febrero de 2021

Hermanas

Mujeres asistiendo un parto. Iluminación medieval
Pudieron ver la luz. Tan potente era que laceraba sus ojos temerosos, sus miradas ciegas era incapaz de llorar, de reconocer un color que no fuera negro sanguinolento, traslúcido. Su vida había sido tranquila hasta aquel día, cuando tuvieron que cruzar la frontera, esa línea que deja atrás el ayer, que abre el mañana.

Al otro lado escuchaban voces amables y reconocibles, porque oían y sentían, aunque lo negaran los sabios escépticos, los tontos incrédulos.

Macarena aún recuerda la paz del sueño sereno, el brusco y doloroso despertar, sus compartidos latidos desbocados… y el fulgor. Violentas y dolorosas sacudidas la impulsaron al exterior, al más allá del contorno de silencio amable, hacia el inicio de la autobiografía. Carmen dormía. Macarena encontró el aire necesario para su existencia. Carmen ahogó su voz silente, cansada.

            Quisieron salir a la luz mientras la madre luchaba por abrirles el paso y acogerlas. La amable burbuja amniótica estalló. Macarena cruzó la raya a la vida mientras Carmen se ahogaba en meconio. La piedad besaba y lloraba en confuso dolor. Macarena pudo escuchar un quejido inaudible. Carmen calló.

2 comentarios:

  1. Muy bien narrado Eze. Lo que pasa es que no es un cuento sino, a veces, triste realidad.
    El ginecólogo tiene cita el martes en la sala XIII del juzgado.

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    1. Todos los cuentos nacen de una realidad, vivida o imaginada, pero real. Enfrentarse a dos situaciones tan opuestas supongo que será de una dificultad terrible.

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