Jirafas. Pintura rupestre
Marcial había alquilado un piso de vacaciones en
la tercera planta del bloque de apartamentos y, aunque le molestaba el ir y
venir de las gaviotas al balcón del noveno y los soliloquios de su vecino del
séptimo, le gustaba asomarse al balcón y hablar con una familia de jirafas que
disfrutaban de su veraneo en la playa.
El grupo
familiar, formado por el matrimonio, el abuelo y cinco retoños, resultaba muy
molesto para la población, y. especialmente, para Marcelino el vecino del quito
y su amiga del bloque contiguo, ya que el mayor de los hijos se había empeñado
en aprender a leer en los mensajes que cada día colgaban de su ventana.
─Los hosteleros ─decía Papá Jirafa─ se quejan del tamaño de nuestras
pezuñas y de la visión incómoda que ofrecen nuestras partes nobles desde las
terrazas de los bares, los empleados de la limpieza del tamaño de nuestras moñigas,
y los usuarios de que cuando nos tumbamos ocupamos toda la playa; pero es que
no hay ropa, ni servicios, ni espacios reservados para nosotros.
Marcial le preguntó qué
porqué no volvían a su tierra y el abuelo le contestó que su vida allí corría
peligro con los furtivos, que aquí estaban más tranquilos, aunque tenían miedo
de que algún desaprensivo los cazara para un circo, especialmente desde que
okuparon la letra A del bajo, primero, segundo, tercero y cuarto de un bloque
cercano y rompieron el suelo de cada planta para poder entrar. Los vecinos de
las puertas B, C y D están indignados. Marcial no sabía cómo aconsejarles ─-para
él las costumbres de las jirafas y la legislación que las ampara era totalmente
desconocida─, pero se propuso ayudarlos buscándoles trabajo.
Ha pasado el tiempo y el
abuelo trabaja de vigilante de la playa; el padre es representante de su mujer ─modelo
de alta joyería especializada en collares y pendientes─, su hijo mayor es escritor
y periodista, y los pequeños van a la escuela con gran aprovechamiento y éxito
en las pruebas deportivas. Con sus ahorros se han comprado las cuatro plantas
del edificio okupado, son respetados por sus vecinos y mantienen la amistad con
Marcial que cada verano vuelve y se reencuentra con ellos. Todos están bien,
salvo el hijo mayor que, de tanto agacharse y girar para leer los carteles de a
Marcelino y María, se produjo una hernia cervical, la enfermedad más temida por
las jirafas.
En general, al ser humano no le produce rechazo el que sean distintos; la causa principal de la xenofobia es la miseria.
ResponderEliminarResuelto un tema se soluciona el otro.
Por cierto, un collarín de ese tamaño debe ser carísimo, por lo que vuelve la miseria y comienza el círculo.
El problema es que la miseria solo se acabará repartiendo, y bajar del trono es difícil. Puede que un día la presión haga que el trono se resquebraje.
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