Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

sábado, 12 de septiembre de 2020

Paseo Marítimo 23 - III: El vecino del quinto

La condición humana, de René Magritte 

Marcelino había alquilado un piso de vacaciones en la quinta planta del bloque de apartamentos, y le gustaba asomarse al balcón y mirar a la joven del quinto del bloque veintiuno. Lo hacía cada día disimuladamente, cuando el sol la iluminaba distraído hablando con el vecino del séptimo.

Un día notó que ella le hacía señas, cogió los prismáticos y la vio en la ventana, hermosa, sonriente, y con un cartel en la mano que decía: «Hola, me llamo María». Sin dudarlo, él contestó con otra nota escrita en un cartón: «Hola, soy Marcelino».
Ese fue el comienzo de una larga amistad a distancia, con mensajes del día a día, historias, juegos, fantasías, guiños y cotilleos, hasta que un día ella escribió: «¿Quedamos esta noche en el paseo?», Marcelino respondió con un gran «sí» en mayúsculas y remarcado en rojo.

Poco después ambos estaban en la puerta de sus respectivas casas. Ella alta, algo ancha de caderas rubia, de unos cuarenta años, y con una sonrisa arrebatadora; él algo achaparrado pero atractivo y con una mirada azul cautivadora. A pesar de reconocerse, no dieron el paso. Ella disimula hablando por teléfono mientras él encendía y apagaba cigarrillos de manera compulsiva, hasta que agacharon la cabeza y volvieron a sus casas.

Un lacónico mensaje colgado del balcón de María fue lo primero que Marcelino vio al despertarse al día siguiente: «Mejor otro día».

Desde entonces se comunican a diario con carteles cada vez más elaborados«te quiero», «no podría vivir sin ti», «si no veo tu saludo» y «tu sonrisa el mundo oscurecerá»─, pero también, cada verano, más distantes en el tiempo, hasta ser solo un recordatorio de fechas importantes ─«Feliz cumpleaños» o «feliz aniversario»─, normalmente adornados con dibujos de flores o una tarta con velitas recordando su primer encuentro.

            Hoy la casa Marcelino está vacía y de su balcón cuelga un anuncio con el texto «se vende». A María, con los años, la vista no le llega. 

2 comentarios:

  1. La timidez excesiva o el excesivo descaro.
    Demasiada cobardía o demasiada valentía
    Exagerada precaución o exagerada osadía.
    Todo ello conduce casi siempre a demasiada precaución, cobardía, inseguridad.
    O bien, demasiada imprecisión, improvisación, imprevisión.
    Todo ello conduce siempre al fracaso.
    Indefectiblemente.

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