Ese año el matrimonio y su hijo alquilaron un coche para dar la vuelta al mundo, pero como tenían poco dinero, solo pudieron disfrutarlo una semana. Decididos como estaban a cumplir su objetivo, hicieron el viaje a cuatrocientos veinte kilómetros hora, sin parar ni un solo momento, durante los siete días que duró su viaje de setenta mil kilómetros, y regresaron justo en el momento en el que el rent a car cerraba.
Al levantarse al día siguiente los tres se juntaron para desayunar y
hacer un pequeño diario de su travesía en el que reflejaron su hazaña: Hemos
dado la vuelta al mundo, algún día volveremos a hacerlo, dicen que es precioso.
La tortuga puede hablar más del camino que la liebre.
ResponderEliminarPero la liebre siempre presumirá más, sobre todo ante oídos torpes e ingenuos.
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