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Monstruos marinos. Grabado medieval |
Un
pezombre, habitante de las
profundidades del mediterráneo, se encontró con un cocodrombre. Ambos habían intentado llegar a la tierra prometida,
uno nadando, otro reptando, pero ante la imposibilidad de alcanzar su objetivo,
habían ido perdiendo sus atributos.
—Yo
iba agarrado a una lancha —dijo el pezombre.
—Yo
escondido en los bajos de un carromato —contestó el cocodrombre.
—No
me dejaron llegar a la playa.
—Me
dejaron tirado en un río.
—A
mí me pescaron y desde entonces estoy en este circo.
—A
mí me cazaron y desde entones sigo aquí también. Ya te había visto antes.
En
la carpa del circo hombres, mujeres y niños disfrutaron de las habilidades de
esta nueva generación de variombres,
y en las playas y en los ríos, habían dejado ya de perseguirlos para
expulsarlos. Ahora los buscaba para capturarlos, junto a los elefaombres, ratombres, monombres y
otras muchas especies nuevas.
—Me
han dicho que son millones los pezombres que están cruzando.
—Y
cocombres también.
—A
algunos niños les están saliendo alas ¿Los ves?
—Sí,
pero no saben usarlas.
—Ya
aprenderán.
Así
fue como a la raza de los variombres se sumaron los pajombres, que poco a poco
también terminaron en jaulas en circos, aunque muchos de ellos morían cada día
en cotos de caza distribuidos por todo el mundo, a perdigonazos en las terrazas
de casas de campo o enganchados en los cables de la luz.
Fue
en una de esas fincas en la que un pajombre se escapó tras ver la película Los Pájaros. Ese fue el principio del
fin de la humanidad.
Ohhh.
ResponderEliminarTus «algombres» enganchan.
Pues hay algo bares, algujeres y otras especies.
EliminarDios dijo, no solo a los humanos, sino a todos los seres semovientes: creced, multiplicaos y repoblad la tierra.
ResponderEliminarY eso hicieron.
Y diversificar os, no s~ si lo dijo, pero a la vista está.
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